emilio rosenblueth - artículo periodístico

martes, 27 de octubre de 2009

artículo periodístico firmado "M. H."

Rosenblueth, Magnífico pintor

Hace algunos años fui presentado con don Emilio Rosenblueth para negocios de publicidad. En su mirada viva, en su gesto nervioso, en la claridad y rapidez con que resolvía los más encontrados negocios, se adivinaba al hombre dinámico y de vigoroso talento. Rosenblueth es hombre de pocas palabras, enemigo de la pirotecnia verbal y los alardes elocuentes. Prefiere la acción recta y sagaz a los preámbulos que roban tiempo.
–Tú no sabes –me dijo el simpático José Laveada (hoy, por fortuna, en convalecencia franca)– que don Emilio pinta.
Un hombre de negocios que se dedica en sus ratos de ocio en sus paseos domingueros, a manchar acuarelas y a copiar a los clásicos, pensé para mis adentros.
Pero, a los pocos meses, vi en la galería que dirigió con singular acierto María Asúnsolo, dos óleos de Emilio Rosenblueth. Y me acerqué a la firma para convencerme de que mis ojos no mentían. Aquello era lisa y llanamente una revelación, aun cuando se descubriera en el trabajo alguna influencia indudable. Pergeñé en “Revista de Revistas” una crónica sobre mi visita, diciendo en ella algunas claridades que disgustaron mucho a ciertos pavos, y desinteresadamente hice un elogio, en dos líneas, de aquellos cuadros de Rosenblueth.
El martes último, en la Galería de Arte Mexicano, de Milán 18, el mismo caballero presentó atada la gavilla de una cosecha de oro. Treinta obras presenta sin ampulosidad vanidosa el magnífico retratista. La técnica se ha tornado franca y sin titubeos, la materia obedece al pensamiento del pintor, cuyo trazo es vigoroso y hondo. Pintura pura, sincera, sugerente. Todo envuelto en matices personales, sin literatura ni alambicamientos, sin rebuscado asunto ni afanes de “epatar”. Una obra sólida que merece la atención de los más preparados. Estoy de acuerdo con el culto y sutilísimo Novo cuando escribe: “Y sin embargo el gerente explica al pintor en el caso de un hombre que ha hallado en la pintura el valor fundamental de un medio de expresión de su super-yo, de sueño, y de una fuga de la realidad que es una vuelta a ella. El joven Emilio Rosenblueth buscó en la música la puerta para asomarse al Universo desde el mundo. El hombre Emilio Rosenblueth llamó a las puertas de la pintura, a los cuarenta años de su edad, y Carlos Orozco Romero fue su Virgilio. En cuatro años de labor diaria, disciplinada, autocrítica, ha recorrido el Infierno y el Purgatorio de una iniciación profesional cuyos círculos todos le dieron su experiencia y fortalecieron su dominio; desde el retrato “del natural” hasta la creación, a las puertas de cuyo Paraíso su Virgilio lo entrega ya en las manos etéreas y firmes de su Beatriz –de la pintura personal y admirable en que Emilio Rosenblueth, el hombre, se expresa, se deleita y se instala en el lugar de honor bien ganado que el arte mexicano le reserva”.
Un sitio –agrego yo– que se sustenta ya en sólido cimiento junto al cual se derrumban muchas mixtificaciones y se volatilizan muchas “poses” de los que siguen con gesto humilde las locuras exóticas. Porque Rosenblueth pinta con sinceridad y por eso, como en el verso de Darío, es fuerte.–M. H.

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